Emilia Sandoval

Ecos de una flor en el desierto | 2015

Indigna y duele reconocer que el suelo que habitamos se ha convertido en una tierra de nadie, desvirtuada, corrompida, repleta de males, que como algún periodista extranjero recientemente denominaba, “más que un país, México se ha convertido en un cementerio”. Ineludible es para casi todos que este suelo se erosiona y se seca como un desierto en expansión, como un terreno hacia la deshumanización, con un ardor tan grande y una tan abrupta descomposición social que no se sabe dónde y cuándo terminará.

Para muchos este suelo es la preocupación del día a día, lágrimas nocturnas, madrugadas sin sueños, el no entender en qué momento la vida pasó de ser un derecho a tan sólo un privilegio, los traumas en los que nos coloca una guerra tan fantasmal, un destazamiento del que ni las bestias serían capaces, unos gobiernos ciegos, ficticios, envenenados y dañinos, además del hambre y la ignorancia convertidas en un fin en sí mismas. Ante todo lo dicho es inevitable que las almas no sufran y que este calvario no se trasmute al organismo, porque rara vez se enferma el cuerpo cuando el alma está en paz. En muchas ocasiones lo externo se convierte en un cáncer, en una parálisis o tantas otras enfermedades que provienen de esta realidad casi imposible de transformar, de componer. Sin embargo, ante la frustración y el hartazgo, día a día nacen voces y gritos para intentar salvar el suelo, como flores que brotan en el desierto de la indiferencia, del pavor e incluso del mal para decir que estamos vivos, que el rumbo tiene que cambiar y que hay un sinfín de acciones y trabajo por realizar. Personas que abandonan los privilegios individuales, su imposible lugar de confort, para actuar en colectivo sin importar que eso sólo sea, en muchos de los casos, un nado contra corriente, poner su vida y su salud en riesgo y conocer con mayor profundidad la indignación, el dolor y la frustración.
Como tantas otras flores del desierto, Emilia González ha sido una luchadora social, desde la reivindicación de los pueblos indígenas, Tarahumaras, como en lo inevitable que fue relacionarse con la destrucción y el desbordante número de homicidios en Ciudad Juárez, representante ahí del movimiento y del grito: ¡Tortura nunca más!, acciones que la convirtieron en una activista comprometida y en una persona por la que el cáncer pasó en dos ocasiones amenazando con ser incurable.

Cuando a la artista plástica Emilia Sandoval se le planteó la propuesta de incluir algo en esta vitrina, decidió que lo que quería guardar en ella era a su madre, a Emilia González, cuando parecía que el cáncer se la llevaría con él. Convertirla en una flor compuesta por un altavoz, sondas de oxígeno y más, para generar esta reflexión, como una pieza de esperanza y lucha, como el ser vivo que emerge de la arena cuando todo a su alrededor parece ser un desierto, una ausencia de vida; pero lo que inició como un reconocimiento terminó siendo una pieza de sanación cuando, gracias a una terapia alternativa, Emilia González superó su enfermedad.
«¡Tortura nunca más!», grita esta flor para que todos escuchen, se involucren y actúen por la causa, por este suelo, por la vida.

- Damián Comas

PROYECTO VITRINA está dedicado a la exhibición de diversos artistas en colaboración con Arredondo \ Arozarena. Está a la vista en la calle de Praga en la Colonia Juárez, Ciudad de México.